Cuenta un viejo chiste (bastante
malo por cierto) que una vez entró un señor a un restaurante de lujo y se
acerco al acuario de las langostas. Vio que en realidad había dos acuarios y
que uno estaba tapado y otro no. Asombrado ante este hecho preguntó al camarero.
Vera usted- dijo el camarero- el acuario con tapa contiene langostas pescadas
en el mar del norte, son langostas anglosajonas. Y las tenemos tapadas por que
entre todas hacen una piña para intentar huir del acuario. Las otras son langostas pescadas cerca de la
península ibérica, son langostas hispanas. A estas no hace falta taparlas nunca
se ponen de acuerdo ni para huir y si alguna lo intenta por su cuenta las demás
se encargan de tirarla de nuevo al fondo.
La verdad es que el chiste me
parece un poco “racista”. Ese racismo moderado, ese aire de superioridad
jactanciosa de los anglosajones ricos y
protestantes sobre sus vecinos católicos y pobre representados por esa España a
la que se le hundió la “Invencible”
Pero en parte refleja nuestro carácter,
sobre todo en política. Algunos autores cifran en cerca de doscientos los
acontecimientos políticos violentos (golpes de estado, revoluciones,
magnicidios , guerras civiles etc) en España durante el siglo XIX.
La realidad o exageración de la
cifra no deja en este caso de ser algo baladí. El caso es que fueron muchos. A
todos si hacemos memoria de cuando íbamos al instituto nos vendrán a la cabeza
tres guerras carlistas, el nombre de una caterva exagerada de militares (Riego,
Prim, Topete, Espartero, Pavía, Martínez Capos, Serrano etc) una republica de
once meses y cuatro gobiernos con revolución cantonal incluida..[1].
En definitiva a los españoles nos
gusta darnos de palos. Somos incapaces de llegar a acuerdos o de cooperar. Y
creo que nuestros hermanos del otro lado del charco han heredado bien nuestro
vicio. Quizá eso que llaman el carácter latino. Somos apasionados, nos imbuimos
de nuestras ideas hasta la medula y las defendemos sin ceder un ápice capa y
espada. Y convencidos de nuestra verdad tratamos de imponerla.
Pero, ¿a que viene este periplo
histórico en un blog que no trata de historia? Pues esta reflexión me la hacia
nacer el asunto relativo a los cargos directivos de RTVE (el grupo audiovisual
público español). El actual gobierno ha decidido cambiar la ley para poder
nombrar los cargos directivos con mayoría absoluta en el parlamento, mayoría
que posee. Y he aquí mi reflexión. Me parece bien, incluso imprescindible que
la dirección del grupo RTVE sea nombrada por consenso como mínimo entre los
grandes partidos. Pero no deja de sorprenderme la norma recién abolida. Ésta
exigía a fin de forzar el consenso, un acuerdo de dos tercios del parlamento.
¡Dos tercios del Parlamento! La misma mayoría que exige la constitución al
parlamento para iniciar una reforma que transforme a este reino en republica.
Un tanto exagerado, ¿no? Que nos pasa a los españoles, que les pasa a nuestros
políticos, para ser incapaces de llegara un acuerdo por el simple hecho de que
es lo mejor para todos? ¿Tan poca cultura democrática tenemos? ¿Que tipo de
cultura política es la que conforma nuestra personalidad? Pero no solo es el
caso de RTVE, que podría ser anecdótico. ¿Cuanto tiempo lleva bloqueada la
obligada renovación del Tribunal Constitucional? Resulta vergonzante, que
nuestros políticos (para la mayor parte de los españoles tercer problema de
este país, muy por encima de por Ej. el terrorismo) sean incapaces de llegar a
acuerdos sobre temas básicos pensando sino en un utópico interés general, al
menos pensando en los intereses del Estado. Es común últimamente ver como el
nuevo gobierno abole la mitad de las leyes del anterior, ver como la oposición
denuncia la inconstitucionalidad de cada disposición importante, o ver como la
política exterior del país da bandazos al albur del color político.
No quiero yo decir que un
gobierno no pueda abolir leyes que considera imprudentes, no diré yo que la
oposición no deba controlar la constitucionalidad de las leyes y la buena
acción del gobierno. Digo más no solo es que no puedan hacerlo, es que es su
legitimo e irrenunciable deber.
Felicidades campeón
ResponderEliminar