Hace unas semanas me compre un
móvil nuevo, de esos táctiles, ya tocaba. Y la verdad eche una cosa de menos;
el libro de instrucciones.
Supongo que el fabricante pensó que en un país como España
en el que hay más teléfonos moviles que habitantes uno debe de saber usar esos
cacharros por ciencias infusa. Algo así como si un par de calcetines tuviese
manual de instrucciones. Pero seamos sinceros, un móvil es más complicado de
usar que un calcetín y un calcetín no se distingue tanto de un preservativo, y
éste trae instrucciones. Aunque debo reconocer que en algo tendría razón el
fabricante; un español nunca lee un libro de instrucciones. No es que la
lavadora nos la vendan rota o al mueble de la tienda sueca (ya saben a cual me
refiero, pero no les voy a hacer publicidad gratis) le falten tornillos. Es
sencillamente que después de décadas en la que el libro de instrucciones solo
venía en japonés e ingles, los españoles sólo echamos mano del libro de
instrucciones cuando hecho “jodido” el cacharro de turno.
Pero ya ven, llámenme excéntrico,
yo soy de los que leen los libros de instrucciones (más o menos). Y al igual
que eché de menos las instrucciones del movil echo de menos las instrucciones
de otra cosa, que a pesar de que la usamos- sufrimos todos los días la mayor
parte no tiene mucha idea de cómo funciona. Sí, me refiero al Estado.
Y es que cuando uno cumple los
dieciocho años antes de dejarle votar deberían de darle un libro de
instrucciones de cómo funciona el país. ( y si me apuran hacerle examen). Y es
que como los españoles no tenemos ni idea de cómo funciona España siempre
acabamos culpando de todo al Presidente del Gobierno, que para eso se supone
que manda. Algo así como el fútbol, la culpa de que el equipo vaya mal siempre
es del entrenador.
Y es normal que no tengamos ni
idea de cómo funciona el país. Para las personas mayores, nacidas y criadas en
un Estado fuertemente centralista, esto de las autonomías y las competencias es
poco menos que chino mandarin. Y para los nacidos en un estado autonómico
tampoco es fácil. Y no es fácil no sólo porque nadie nos lo haya explicado muy
bien, sino porque cada día cambian las competencias. Es decir, uno antes se
quedaba en paro e iba al INEM y le solucionaban todo. Ahora te quedas en paro y
vas a la antigua sede del INEM que ahora no es el INEM, porque pasó a llamarse
SPEE y ahora SEPE. Pero una vez estas en el edicifio del SEPE primero vas a la
planta donde este servicio publico de empleo de tu comunidad autónoma, que
obviamente tiene tantos nombres como autonomías (como para andar mudándose) y
allí te dan la tarjetita del paro, hacen como que te buscan trabajo y si tienes
suerte te endosan un curso. Y luego te vas al SEPE y arreglar los papeles para
cobrar. O sea que sin salir del edificio resulta que has hablado con dos
administraciones públicas diferentes y tú sin enterarte. Vamos que es un lío en
constante cambio de siglas y competencias. Lo que antes lo gestionaba el Estado
ahora puede que lo gestione la autonomía, o una empresa pública o por
delegación el Ayuntamiento o incluso la Diputación Provincial.
Vamos que es muy fácil, y el
ciudadano no sabe quien hace nada ni a quien tiene que reclamar. Y por tanto
las culpas se las lleva siempre el Presidente o Ministro de turno. Y esto las
autonomías lo sabes muy bien. Cuando las cosas van bien ahí esta el Presidente
autonómico sacando pecho y haciendo se la foto el octava inauguración de la
misma obra. Ahora cuando las cosas van mal la culpa es del gobierno, o porque
no da bastante s fonodos o porque tiene las competencias agarradas y no las
suelta. ¿Quieren un ejemplo? Vean Cataluña, cada vez que pasa algo bueno es
porque las competencias son suyas, cuando va mal o el estado tiene la culpa. Y
hombre no es que el estado central haga todo bien, pero la Generalitat tampoco
es perfecta, por ejemplificar esto. Cercanías en Cataluña lo gestiona la
Generalitat y no va demasiado bien, en Madrid lo gestiona el Estado y funcionan
francamente bien y tienen unas instalaciones y unos trenes más que aceptables.
Otros que pagan el pato a menudo
son los alcaldes. ¿por qué? Bueno están cerca y alguien tiene que llevarse las
culpas. Y como antes no había autonomías pues se da por hecho que lo que no
compete al gobierno compete al alcalde. Y a veces es así a su pesar. Una de las
cosas de las que no se habla muy a menudo es la falta de financiación de los
ayuntamientos. Es la administración que menos dinero recibe y tiene que proveer
de servicios público muy necesarios y muy caros. (sí recoger la basura y
deshacerse de ella no es gratis, y si su recibo de la luz le da miedo imagínese
el del ayuntamiento, con todas las farolas que puede haber en su ciudad).
Y no sólo eso, como el alcalde
“se come todos los marrones” a veces el ayuntamiento presta servicios que
debería prestar la comunidad autónoma tales como guarderías o residencias de
ancianos etc y eso hay que pagarlo con unos ingresos minúsculos. ¿Y piensa que
no es un problema que el ayuntamiento tenga que gastar mucho con pocos
ingresos? Pues lo es, y es que el hecho de que los ayuntamientos no tengan
dinero es responsable en parte (y sólo en parte) de los pelotazos inmobiliarios, los atropellos ecológicos etc de la
llamada burbuja inmobiliaria. Los ayuntamientos tenían que dar un montón de
servicios que no pueden pagar y de repente aparece la gallina de los huevos de
oro; las licencias de obras. Con lo que le saco al constructor de turno pago el
arreglo de una acera o pinto un colegio o si sobra dinero me construyo un
edificio disfuncional de un arquitecto famoso a mayor gloria del alcalde. Y ahí
vino el problema de la mala gestión, me hago un cachivache de Cala**** o de
quien sea en Villaburros de Arriba, pujante y ficticia localidad de 500
personas, y ya lo pagare con el dinero de las licencias de obras de los
próximos veinte años. Algo así como comprar un Ferrari a plazos con el dinero
que dentro de siete años vas a ganar en la lotería. Lo malo es que no tocó la
lotería.
Y lo peor no es que no tocase la lotería, es que como no tenemos libros
de instrucciones no sabemos a quien reclamar. Al final al maestro armero.
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