Llevo tiempo sin escribir en este
blog, y ya tocaba. Así que ante todo mis disculpas queridos lectores. El caso
es que estaba pensando en hablar “sobre” un tema de mucha actualidad en España.
Pero no lo voy a hacer, no sólo por el lógico respeto que todo el mundo merece
a su presunción de inocencia, tanto presunto corruptos como presuntos
difamadores, sino también porque hay cosas que no merecen ni tan siquiera la
pena comentarlas. Pero si quiero comentar una cosa. Y es que a raíz de las
últimas noticias sobre presuntas irregularidades financieras la reacción de los
grandes partidos y de mucho ciudadano de a pie es el “y tú más”.
Y una vez más la política no ha podido dejar de recordarme
al fútbol. No sé si me explico esa “Viva el Betis aun que pierda” Y es que
muchas veces en el fútbol vemos como si el jugador del propio equipo comete una
falta nos esforzamos en sacara relucir las que comete el equipo rival intentado
justificar con un mal comportamiento otro igualmente malo. Y en cierta forma el
fútbol se acaba pareciendo mucho a la política.
El que uno sea de un partido u
otro depende en buena medida de factores sociológicos. Lo mismo podríamos decir
del fútbol. Tú equipo dependerá de los gustos de tu padre y de la ciudad donde
hallas nacido. Siempre con las lógicas excepciones. Pero en el fútbol se
produce una identificación con el equipo y en política pasa igual. Existe lo
que se llama la identificación partidista. Y en ese caso, a juicio de este
humilde escritor, pasamos de tener un ciudadano preocupado por la política a un
forofo político. A alguien a quien lo que haga el partido al que vota le
parecerá siempre bien, o por lo menos más deseable que lo que hace el partido
contrario.
Y sinceramente esto no puede ser bueno. No es algo que favorezca el dialogo
ni los acuerdos. Y no es que pretenda yo resucitar el eterno debate sobre si
los partidos políticos son buenos para la democracia o por el contrario sediciosas
facciones que sólo pelean por su interés. A día de hoy estamos en una democracia
de partidos, en España y en todo el mundo. Pero quizá fuese bueno quitarnos las
orejeras y empezar a mirar la viga en el ojo propio antes que la paja en el
ajeno. Sería más útil ser un aficionado responsable que exige lo mejor a sus
jugadores que un hincha incondicional que defiende lo indefendible. Entre la
lealtad ciega e injustificada un ciudadano responsable ha de usar la voz para cambiar
aquello que no le gusta en el seno de su propio equipo o partido. Debe de
intentar construir algo de lo que sentirse orgulloso, de demostrar que sus
ideas o aficiones son las más limpias, las más nobles en lugar de disimular la
propias faltas poniendo la lupa en la mancha ajena.
Lo que se saca en claro con todo lo que está pasando, es que es necesario girar el periscopio y empezar a mirar hacia una nueva forma de hacer política. Soy defensor de la política, pero de la política bien ejercida y es que lo que no se puede entender es que a un modelo autócrata se le llame demócrata. La democracia capitalista neoliberal ha fallado es hora de cambiar.
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