domingo, junio 02, 2013

Si el Padre Piquer levantara la cabeza


Si el Padre Piquer levantara la cabeza, como todo el mundo se daría un coscorrón con la tapa de su ataúd, pero si posteriormente consiguiese salir a darse una vuelta por este Madrid en el que residió buena parte de su vida se llevaría un gran disgusto.

Pero para entender el porqué se daría semejante disgusto antes debemos conocer quien era este hombre. Pues bien el Padre Piquer, a parte de una Avenida del castizo barrio de Carabanchel, fue un sacerdote natural de Valbuena, Teruel.

Probablemente su hecho más destacado fue fundar el Monte de Piedad de Madrid. Empecemos por ver que era un Monte de Piedad. Los Montes de Piedad eran una especie de casa de empeño que vieron la luz en la Italia del renacimiento de mano de la Orden Franciscana. Por aquel entonces los intereses que cobraban los prestamistas eran muy elevados, llegando incluso al 200% en algunas ocasiones. Ante esta situación los franciscanos crean estas pequeñas casas de empeño destinadas a proporcionar liquidez a la población más humilde. El funcionamiento era sencillo, el necesitado depositaba algún tipo de prenda y cambio recibía el dinero que necesitase sin que se le cobrase ningún tipo de interés, una vez que lo devolviese recuperaba el objeto que había dejado como fianza. El sistema era sencillo, era eficaz, no tenía animo de lucro y además respetaba la dignidad del necesitado, que no recibía una simple limosna sino un préstamo el cual además se comprometía a devolver a cambio de recuperar un determinado objeto, de esta manera se favorecía que el prestatario hiciese un uso responsable del dinero prestado. El sistema funcionaba francamente bien y supuso un importante apoyo para las clases necesitadas de Italia.

El Padre Piquer no era franciscano, pero en su trabajo como sacerdote de un convento de monjas franciscanas tuvo oportunidad de conocer los proyecto de dicha Orden. Y con tan genial idea bajo el brazo creó el Monte de Piedad de Madrid, primer monte de piedad de España. La idea fue tan bien acogida en la capital y en la Iglesia española de forma que pronto empezaría a surgir otros Montes de Piedad en el país.

Pero los Montes de Piedad, al crecer, se encontraban con un importante obstáculo. Los costes de administración crecían y cada vez había más gente intentaba lograr prestamos. Mas se agravaba aun la situación en épocas de crisis, tan frecuentes como una sequía o una granizada a destiempo. Esto hizo que un primer momento hubiera que comenzar a cobrar un interés. Pero dado el carácter no lucrativo de estos entes el interés era bajo y no lograba satisfacer del todo las necesidades de financiación de los Montes.

Ante esta necesidad (y casi un siglo y medio después de la fundación de Monte de Piedad de Madrid) el Marques viudo de Pontejos, (otra calle de Madrid, famosas por sus mercerías), Joaquín Vizcaíno, impulso la transformación del Monte de Piedad en Caja de Ahorros. Estas Cajas lo que pretendían era complementar la actividad de los Montes.

Para satisfacer la necesidad de dinero para prestar del Monte, la Caja actuaría desarrollando una actividad financiera también destinada a las clases más humildes. La Caja pretendía recibir depósitos dinerarios de clases humildes, dándoles un pequeño interés obtenido de los prestamos. De esta manera se podía mantener la actividad de prestamista del Monte de Piedad y se incentivaba una cultura del ahorro entre las clases más humildes en un época en que la Banca estaba orientada únicamente a los grandes potentados. Así pues el Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Madrid tenía un funcionamiento simple. Recogía dinero de gente humilde a la que le daba un pequeño interés y prestaba dinero a cambio de un pequeño interés y/o una prenda en fianza.

En definitiva era la obra altruista de un humilde sacerdote turolense, posteriormente reformada por un noble ilustrado y filántropo. Y a imagen y semejanza empezaron a crecer en España Montes y Cajas bajo el amparo unas veces de los poderes público y otras bajo el paraguas de ordenes religiosas.

Y si han seguido hasta mi pequeña disertación histórica saben porque el Padre Piquer se llevaría un disgusto. Porque inimaginable ha de ser la sensación de que la obra de tú vida, una obra destinada a hacer la vida más fácil a los pobres se haya terminado convirtiendo en una entidad que no tiene reparos en desahuciar necesitados. En una entidad que no tiene reparos en hacer negocios de dudosa honradez vendiendo acciones preferentes a ancianos desvalidos e ignorantes de lo compraban. Ver que ese ente que debía de prestar dinero a los necesitados haya dilapido el ahorro de millones de honrados trabajadores en prestamos a grandes empresarios como el imputado Diaz Ferran o a usureras inmobiliarias como Martinsa-Fadesa. Ver que esa caja, regida por poderes públicos que debían de asegurar el carácter social de la entidad, renunciara a sus principios de filantropía e interés general en aras de un capitalismo salvaje tiene que doler y mucho al Padre Piquer. Porque ese capitalismo salvaje ni casa con la razón de ser del Monte de Piedad, ni con los deseos del Padre Piquer, ni con el carácter no lucrativo de los entes que la controlaban (Asamblea de Madrid y sindicatos)

Así pues supongo el enorme disgusto que de poder ver esta situación tendría el Padre Piquer, imagino su rabia, su indignación y como probablemente estaría al lado de los desahuciados y los estafados, protestando contra toda la corrupta cohorte que llevó una noble obra la más antagónica y abyecta degeneración moral. Imagino como su espíritu, de vagar por las calles de Madrid estaría, junto con el de Pontejos, al lado de las victimas de semejantes tropelías. Imagino cómo, si existe una justicia universal el Padre Piquer estará sentado en el puesto del fiscal, acusando vehementemente a los que viciaron su obra hasta hacerla irreconocible.

Pero ni el Padre Piquer resucitará, ni  puedo saber si su espíritu se encuentra entre nosotros. Sólo sé, que es una lastima que hoy en día no haya más Padres Piquer ayudando a los necesitados. A pesar de que no son pocos los Piqueres de hoy en día.

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