lunes, diciembre 19, 2011

La crisis explicada desde la (ciencia) politica: Una historia de fantasmas

Un fantasma recorre el mundo el fantasma de la crisis. Supongo que habrá quien se de cuenta que estoy plagiando el inicio del Manifiesto Comunista, cuando Carlos comienza su libro con la frase “Un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”.

Voy a empezar este cuento de fantasmas con el segundo, que fue el primero. El fantasma del comunismo. Allá por el siglo diecinueve unos señores en Reino Unido se inventaron una cosa que vino a llamarse liberalismo. En un primer lugar el liberalismo llego a la tierra, y lo que eran tierras comunales, de todos fueron vendidas a particulares para que sacaran mayor rentabilidad a la tierra. Y funciono, pero a cambio un montón de gente se quedo sin tener de que vivir. Y esa gente emigró, Emigro del campo a la ciudad, donde esos mismos liberales, ayudados por la revolución industrial empezaron a montar fabricas y fabricas. En ellas acabaron trabajando hombres, mujeres y niños (como hoy en mucho países) sin ningún derecho laboral (hoy cada vez tenemos menos) y con jornadas de diez o doce horas (jornadas de diez horas, seguro que alguno le suena trabajarla y cobrar solo ocho)

El caso es que los obreros empezaron a invocar fantasmas, fantasmitas más bien, socialismos utópicos, colectivistas reformadores sociales...etc. Y estos fantasmitas fueron asustando a los liberales y les iban arrancado concesiones sociales. En España algunas tan importantes como la “ley de la silla”. Pero llega la hora de las brujas y un gran y poderoso fantasma se manifiesta allá por 1917 en Rusia. Y a los liberales les entra el miedo, les entra el miedo a la revolución. Y comienzan a hacer concesiones a regañadientes. Pero el fantasma crece y aumenta su poder y a partir de 1945 no solo es capaz de apoyar una revolución en cualquier parte del mundo si no invadir buena parte del mismo. Y los liberales europeos se hacen caca. E inventan una cosa mágica llamada “Estado del Bienestar” este les permite seguir con sus negocios, dar ala población los derechos y libertades propias de una democracia y una protección social inédita hasta el momento. A pesar de los sufrimientos inenarrables de pueblo soviético, en Europa Occidental, con la URSS vivíamos mejor. Pero nuestro fantasma se desinfló, o lo cazaron los cazafantasmas o le exorcizaron o vaya usted a saber que le paso. El caso es que desapareció.

Y hubo unos años en que vivimos sin fantasmas. Por que aun había miedo en el ambiente. Pero ahora los descendientes de los liberales del siglo diecinueve han traído su fantasma. El fantasma de la crisis. Y ese fantasma hace que le tengamos miedo al paro, al hambre a estar desamparados. Y aprovechan nuestro miedo para desmontar ese estado del bienestar que montaron a regañadientes. Y nos dicen que el fantasma tiene sus propias reglas y que hay que obedecerlas. Pero es mentira.

Es mentira por que la economía es una actividad humana y por tanto corresponde al hombre decidir como organizarla. Y el liberalismo actual del fantasma es solo uno de los modelos posibles. El si optamos por organizar la economía de una manera o de otra es una decisión que se toma libremente y que afecta al conjunto de la sociedad; es decir es una decisión Política.

Y en política hay algo que lleva siendo verdad desde que el hombre es hombre. Quien impone sus decisiones es quien impone el miedo. La base de la política no es la coerción como se suele decir, es el miedo a la coerción. No hace falta que la policía de palos, basta con que amenace con darlos. Por tanto quien controla el miedo, quien dirige el fantasma, tiene el poder. Es hora ya de exorcizar a su fantasma y volver a convocar al fantasma de pueblo. Que el pueblo gobierne para sí. Porque como dijo un liberal (Abraham Lincoln) La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

1 comentario:

  1. Anónimo9:04 p. m.

    Naomi Klein tiene un libro titulado La doctrina del shock (Ed. Paidos) que será muy de tu gusto por lo que leo en tu artículo. Me ha gustado mucho. Un abrazo.

    Javier Vega Gómez

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