Voy a hablar de una cosa que mi padre conoció y que no yo
no conoceré jamás; las horas extras. Perdón, esas si las conozco, lo que no
conoceré jamás son las horas extras remuneradas.
Las horas extras, son esas que se
“echan” fuera de la jornada de trabajo y que por ley o te las pagan o te las
coges de descanso otro día. Antes incluso la ley obligaba a que el precio fuera
mayor al de la hora extra normal. Y a la gente le gustaba trabajar horas
extras. No es que fuese un entusiasmo nacido de lo profundo del alma. Pero este
país nunca se ha caracterizado por pagar grandes salarios. Más bien lo
contrario. Y una hora extraordinaria o dos al día hacían que a final de mes
fuese un pellizco considerable lo que se sumaba al salario habitual. Eran esas
horas las que pagaban los gastos imprevistos de cualquier hogar o incluso algún
pequeño “lujo”. En definitiva eran las que, en muchas ocasiones permitían
subsistir al hogar. Pero eso ya no existe. No es que ahora el empresario
contrate personal para que trabaje determinadas horas al día. Quizá fuese
deseable, aunque dependiendo del trabajo sería complicado. No es que haya menos
trabajo y no sea necesario hacer horas, más bien lo contrario, con esto de la
crisis se ajustan las plantillas al máximo, de manera que siempre que hay un
mínimo pico de trabajo las horas extras son necesarias. Las horas extras siguen
existiendo, lo que no existen son las horas extras pagadas. Y como digo no
porque no las contemple la legislación, sino sencillamente porque a los
empresarios no les da la gana pagarlas.
Y si no te gusta pues te vas a la
calle. Puedes denunciar, con suerte sólo te gastaras en juicios el triple de lo
que ibas a cobrar.
Pero lo sorprendente del caso es
que el obrero lo acepta de forma normal. Me explico, desconozco sectores más
manuales como puede ser un operario de una fabrica o un albañil, creo que ahí
se respetan un poco más. Pero en el sector oficinas las horas remuneradas no
existen. Es más, servidor ha trabajado algunos años como consultor, y debo de
decir que muchas consultoras sacan sus beneficios precisamente de ese trabajo
no remunerado. Si las pagasen quizá los beneficios no serian tantos. Pero el
caso es que mis compañeros consultores aceptaban con toda normalidad el hecho
de que había que trabajar sin cobrar. Oías justificaciones tales como que el
sector era así, que se pedía gente involucrada con la empresa, que se le iba a
hacer. El caso es que en el fondo a nadie le gustaba la situación, y de vez en
cuando se comentaba, se protestaba en privado, pero nadie hacia nada para
cambiarlo. No es tan difícil. Si todo el mundo hace horas extras gratis y a
nadie le gusta es tan simple como ponerse de acuerdo y exigir que se paguen. No
es egoísmo, ni falta de compromiso con el país o con la empresa, es simplemente
no trabajar de gratis, tomar conciencia de que se es trabajador, no esclavo ni
siervo, Un trabajador es alguien, que literalmente, vende su fuerza de trabajo.
Si te compran ocho horas, ¿por que vas a regalar una o dos? Pero entonces ¿por
qué la gente calla? Entiendo que uno no proteste de manera aislada por miedo al
despido. Pero ningún empresario (exceptuemos locos, coléricos o similares) va a
“limpiar” a la plantilla de un plumazo, básicamente por que se le va la empresa
al traste. Pero en cambio no hay unidad entre la plantilla. Solamente se me
ocurren algunas hipótesis explicativas:
La primera es el cuento de la
lechera. Nos han comido el coco con el cuento de un trabajador de oficina es un
gran profesional, que si se esfuerza lograra ascender en la organización y
llegar lejos. Y eso provoca un fuerte individualismo, que conlleva que cada uno
se esfuerce como un loco por ser el elegido. Y esto tiene bastante de mentira.
Lo del ascenso...toda empresa tiene una serie de puestos que salvo que seas el
hijo del jefe no olerás nunca. Y por los puestos intermedios... por muy plana
que sea una organización está claro que siempre hacen falta menos jefes que
empleados. Es decir que por mucho que te dejes los cuernos lo más fácil es que
no asciendas nunca, simplemente por falta de oportunidades. Pero el caso es que
la gente se ha creído el cuento y prefieren pensar que mañana van a ser
llamados al parnaso del puesto intermedio. Y pasan su jornada maldiciendo por
unas condiciones de explotación, soñando en un hipotético futuro mejor, en
lugar de intentar solucionar un presente, que tiene muchos visos de seguir
siendo presente en el futuro.
La segunda y muy relacionada con
la primera es el individualismo que impera en esta sociedad. Antiguamente uno
nacía en un pueblo y moría en él. Sus relaciones eran estables y por tanto
existía un sentimiento de comunidad. Posteriormente en la ciudad uno vivía
siempre en su barrio y sabia que iba a estar en la misma empresa quince años
mínimo, si no, toda la vida. Y esa permanencia hace que se desarrollen lazos,
que se tenga idea de permanencia, de que hay que mejorar lo que hay, porque es
lo mejor para uno y para las personas con las que convives.
Pero eso ya no existe. Uno hoy en
día no suele durar mucho en la misma empresa, ni suele conservar amigos muchos
años, ni suele vivir toda la vida en la misma ciudad. Hoy todo es efímero, no
hay idea de permanencia y por tanto no hay aliciente para mejorar lo que hay.
¿para que intentar cambiar las condiciones de una empresa en la que a lo mejor
dentro de seis meses ya no trabajo?
En definitiva nos hemos
convertido en seres individualistas que sólo miran por sí. Nos hemos convertido
en pececillos que nadan solos en lugar de en bancos. Y el pez pequeño que nada
solo acaba siendo presa fácil para los depredadores. Creo que sería conveniente
rescatar valores como el compañerismo. Aprender que el compañero no es un rival
ante un posible ascenso que probablemente ninguno de los dos logremos jamás.
Debemos de ver al compañero como una persona que tienes nuestros mismos
problemas e intereses y juntos defenderlos. No es que este haciendo aquí un
llamamiento al marxismo, no se trata de eso. No es cuestión de hacer un
nosotros – ellos. Simplemente se trata de defender unos intereses legítimos,
como legítimamente el empresario defiende los suyos. Y tampoco es falta de
compromiso, al contrario. Mejorar las condiciones de trabajo es mejorar la
empresa, una empresa donde el trabajador está contento es más productiva, una
empresa con buenas condiciones de trabajo atrae a los mejores. En definitiva
pedir unas condiciones de trabajo adecuadas es mejorar la empresa, que a largo
o medio plazo será más productiva y rentable. Y así ganamos todos.
Yo también era muy idealista hasta que me hipotequé por 25 años y el paro subió al 25% de la población activa. La gente acepta las horas extra con resignación porque no les queda otra.
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