Debo decir que estoy no solamente
sorprendido sino también indignado con el hecho de que el señor Gerard
Depardieu sea ciudadano ruso. Lo que me indigna obviamente, no es que quiera
ser ruso. Tampoco me indigna el hecho de que quiera pagar menos impuestos, me
parece algo normal, y si bien creo que es una actitud profundamente insolidaria
por su parte, tanto para el esto de conciudadanos, como hacía su país, también
puedo entender que un gravamen del 75% como proponía el Presidente Sr Hollande
es excesivo en un país, al fin y al cabo, capitalista.
Lo que indigna es la facilidad
con la que el Sr. Depardieu consigue la nacionalidad. Seguro que un emigrante
pobre no tiene la más mínima posibilidad, en cambio este señor elige pasaporte
al mejor postor. Sí, estamos en un sistema en el que el dinero es más volátil
que nunca. Con solamente pulsar una par de teclas en el ordenador uno puede
mandar una fortuna a miles de kilómetros de distancia. Por supuesto a un
paraíso fiscal donde no sólo no tributara prácticamente nada sino que además
nadie se interesara por el origen del dinero. Se dinero blanco o negro, no
somos racistas con el dinero.
Y esta facilidad hace que los
estado compitan por mantener el dinero de los multimillonarios depositados en
sus países. Hay una especie de guerra por bajar impuestos para millonarios y
grandes empresas, el caso arquetípico el de la rescatada Irlanda, país que
creció a velocidad de vértigo gracias a ser la puerta de entrada al mercado de
la UE, en la que menos pagabas por entrara, y es que su impuesto de sociedades
era el más bajo de toda la unión. Lastima que todo lo que suba, baje. España no
se queda atrás. El escandaloso y repetido caso de las SICAV es de sobra
conocido. Son una especie de fondos de capital cuyos beneficios tributan al 1%.
¿Quiere montarse una? Es muy sencillo sólo necesita a noventa y nueva personas
más y juntar entre todas 2.400.000 €. O dicho de otro modo necesita usted
2.400.000 € y noventa y nueve pobres que añadan la firma y algo de calderilla.
En definitiva, en este mundo de
capitalismo financiero globalizado vivimos una especie de constante puja por
que las fortunas se queden en suelo patrio. Y en la puja vale todo, bajar
impuestos, amnistías fiscales, ofrecer la nacionalidad rusa o en España el
permiso de residencia si te compras una casa de clase media. Los estados se
bajan los pantalones de forma descarada ante el capital.
Sé que no es algo fácil evitar la
salida de capitales, como digo solo hay que teclear medio minuto en el
ordenador y mandar millones a una isla del pacifico, o a sitios tan raros y tan
lejos de Europa como Andorra, Suiza o Gibraltar. Está claro que no podemos
llenar las fronteras de Robin Hood registrando los cofres de los carruajes en
busca de monedas de oro. Y aunque pudiéramos conseguiríamos poco. (que algo
conseguiríamos, no habrá cofres de oro, pero el maletín de billetes no es una
mera leyenda urbana).
Y lo peor es que no es nuevo,
desde esa antigua Roma de patricios, hasta hoy en día los ricos han tenido la
capacidad de instrumentalizar el Estado. Desde controlando órganos legislativos
hasta comprando amnistías fiscales a golpe de chequera, o mejor dicho comprando
un título nobiliario a golpe de buenos reales de vellón. Y aunque fastidie es
casi inevitable, el dinero es poder. Y es un poder suficientemente grande para
controlar al estado. O era así hasta hace poco, para evitar que el estado se
corrompa en beneficio del rico se invento una cosa llamada democracia, por la
cual el poder pertenecía al pueblo, a un pueblo que por su sólo número era
imposible de corromper. Quizá algo esté fallando en el mecanismo.
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